martes, 20 de enero de 2009

Inauguración/Inspiración


¿Qué es la inspiración? El diccionario la define como el “efecto de sentir el escritor, el orador o el artista el singular y eficaz estímulo que le hace producir espontáneamente y como sin esfuerzo”.

Luego de escuchar las palabras del nuevo Presidente de los Estados Unidos en su inauguración, siento ese impulso singular y eficaz de escribir.
Aunque, en realidad, la inspiración me llega no tanto por lo dicho, sino por lo hecho. La singularidad racial del nuevo presidente, su irrupción al escenario político y su vertiginoso ascenso al puesto más alto del gobierno estadounidense son hechos ciertamente trascendentales. Más aun, el hombre llega al poder en uno de esos momentos en que se necesita liderazgo efectivo y justo, objetivo e imparcial.

Pero lo que me inspira es otra cosa.

Lo que me inspira es la visión del congresista por Georgia, John Lewis, quien marchó por los derechos civiles de los afro-americanos con el reverendo Martin Luther King, quien fue atacado físicamente por la policía durante una demostración pacífica por la igualdad y la dignidad, causando heridas en su cabeza que aún son visibles. Este hombre, que arriesgó su vida por derechos tan simples como el derecho al sufragio, por el derecho a la igualdad, a la educación, a no tener una fuente de agua separada para los negros, a no tener que sentarse en la parte de atrás de un autobús por el simple hecho del color de su piel, fue entrevistado la noche que Obama obtuvo la victoria, y lloró.

Sus lágrimas, y las lágrimas de millones de afro-americanos, de blancos y latinos, de asiáticos y europeos, que miran con orgullo al nuevo Presidente de los Estados Unidos, inspiran. Inspiran, no por el sacrificio, los insultos, las piedras, el abuso, los recuerdos de desigualdad que caen como cicatrices del pasado sobre estos rostros de carne y hueso, de igual carne y hueso que del resto del mundo, salvo por su color. Inspiran porque, al ver la historia realizarse ante sus ojos, al ver su lucha por igualdad racial parcialmente reivindicada por la elección de Obama, no miran tanto al pasado como al futuro. La más importante manifestación del triunfo es la visión continua a lo próximo, en vez de regodearse con la ya ocurrido.

La lucha por la igualdad no ha terminado, pero por el momento hay más esperanza de que se logre. Las guerras no terminarán de repente. Los palestinos de Gaza y Cisjordania y los israelíes continúan su batalla milenaria por el territorio prometido a ambos; África continúa sumida bajo la sombra del pos-colonialismo; China y Rusia buscan su acoplo en el mundo, tratando de balancear su prosperidad económica con su poderío militar y con la responsabilidad de pertenecer a la comunidad mundial; y las diferencias socioeconómicas en Latinoamérica provocan batallas intestinas sobre ideología, religión y los demonios del tráfico de humanos y de drogas. El nuevo presidente enfrenta un mundo inestable, adolorido por la historia, y agotado de esperanza. Y el país enfrenta una crisis financiera y social que atenta contra su histórica base democrática.

Esas lágrimas de triunfo no son nada comparadas con las lágrimas derramadas todos los días por los que sufren bajo el yugo de dictaduras, de la pobreza, del abuso, de la desigualdad. Pero estas nuevas lágrimas inspiran para tratar de contener las lágrimas de tristeza, las lágrimas de dolor, las lágrimas de muerte.

Felicidades al nuevo presidente y a todos nosotros, por llegar a esta nueva encrucijada histórica. Obama sabe que el camino apenas comienza, que la batalla se perfila más dura que nunca. Sequemos nuestros ojos, sequemos los ojos de nuestros hermanos y hermanas, y comencemos a trabajar, “a producir espontáneamente y como sin esfuerzo” un nuevo futuro.

Eso, señoras y señores, es inspiración.

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