jueves, 31 de diciembre de 2009

What I learned this year




What did I learn this year?

I learned that human life is fragile, tenuous and easily broken.

I learned that the human body is an amazing machine; that diseases are incredibly disruptive both to the body and the mind; and that doctors have great technical skill, but so-so capacity to relate to their patients.

I learned that the theory that correlates behavior to character is wrong. Plenty of people behave badly once in a while, but it doesn’t mean they are bad people.

I learned that the best way to settle an argument is to find a way to defuse the emotional aspects of the dispute and approach things rationally.

I learned that absence does not make the heart grow fonder. It only makes it ache.

I learned that the best way to sell a house is to lower its price. I also learned that the best way to buy a home is to go with your gut.

I learned that jobs come and go. Unfortunately, these days most go and few come.

I learned that politics is like a marriage: when you choose your loved one, it’s all emotion and lofty expectations. Once you get married, the nitty-gritty is less glamorous, less uplifting, and it has to get things done.

I learned that being patient and not rolling your eyes in the face of stupidity are incredible gifts that come with maturity.

I learned maturity is overrated and stupidity underrated.

I learned that moving is a pain in the ass. And moving repeatedly can give you hemorrhoids.

I learned that when you’re sick, having family around can be the best of times and the worst of times.

I learned that envy and adversity may be great incentives for success, but if they are your only incentives, you will be sour and unsatisfied.

I learned that reality really is a show, and that fiction doesn’t approach reality, it improves it.

I learned books don’t deserve to be thrown away, and that the arrival of electronic books may save trees and preserve words for eternity, but will not replace the incredibly sensual experience of turning a page.

I learned that identities, be they ethnic, gender, social or whatever, could delude you into thinking that you belong. But we don’t belong to any group. We just are.

I learned that bookstores and libraries will die one day. And that we will rue that day.

I learned television and computers are addictive, that books are palliative, and that driving around on a foggy road in the middle of the night can be extremely peaceful.

I learned we don’t look at the stars. But they look at us.

I learned that this year was incredible. And that I don’t want another year like it.

lunes, 28 de diciembre de 2009

Noche




Dicen que la noche es el refugio de las penas, el antro hemisférico que resguarda sueños, deseos, astucias, todo. Dicen que trabajar de noche por tanto es un atentado ante todo lo que la noche representa, libertad, emoción, lubricidad.

Trabajar de noche atenta contra los ciclos naturales del cuerpo humano, cataliza descargas humorales que eventualmente sonsacan las efervescencias normales del diario vivir y convierten a la persona en un ser a quien el sol le causa ronchas. Como los vampiros.

Así dicen los que trabajan de noche, que se están convirtiendo en vampiros. Es cierto. Trabajar de noche es el epítome del capitalismo, indica que el trabajo es bueno a todas horas, sin importar los ciclos naturales del hipotálamo. Trabajar de noche es un riesgo, dicen algunos, sobre todo en las mañanas, cuando los cerebros mal acostumbrados intentan prestar atención al ulular del tráfico.

Lo otro que descubro en las noches es mi impaciencia ante la imbecilidad de la gente. Es como si la ausencia de sol permitiera evidenciar la luminosidad intrínseca de las personas para poder detectar, catalogando la mirada permitida como una de rayos-x (intrusiva pero determinante), los focos naturales de falta de carácter o de sentido común o de permisividad. La noche lo convierte a uno en detector de imperfecciones.

Claro, la noche también oscurece las imperfecciones de uno mismo, es por eso que los adictos, los traficantes, las prostitutas y los escritores preferimos trabajar de noche. No, no se alarmen si incluyo a los escritores con estos otros personajes nocturnos, de mala patraña dirán algunos. Pero es que dentro del bajo mundo de la noche se descubre la verdadera claridad de las personas.

Es como si estos personajes que a la luz del día permanecen mancillados por los pudores societales, en las noches descascaran su coraza de vida y se convierten en el eco de lo que verdaderamente son: elementos de la humanidad que permiten resguardar las verdades que ostentamos dentro del ser. La noche engendra seres verdaderos, reales, sin fachas ni tapujos, sin pretensiones.

Es por eso que algunos escritores prefieren la noche. No sólo por la tendencia a la calma y el sosiego necesario para refrenar los ruidos y las distracciones del día, sino porque bajo el escapulario astral, el escritor puede desentrañar aquello que lo roe por dentro, dejarlo salir con la esperanza de que se convierta en algo susceptible a sus emociones y sus mareos, a sus inconveniencias intelectuales y a sus lubricidades humanas.

La noche es escenario, telar y mina, la noche es el espejo cóncavo de todo, la entrada al mundo paralelo de la verdad humana. Quien cierra los ojos durante la noche se pierde el mundo en todo su esplendor. La noche es el día literario.

sábado, 5 de diciembre de 2009

Hibernación



Manejaba esta mañana hacia el hospital, una mañana típica de invierno, todavía oscuro como una cueva a las siete de la mañana, el frío comenzando a rehacer el peluquín de los árboles y el pronóstico de la primera nevada de la temporada en la radio. El meteorólogo sonaba alegre, como si esperara la nieve con gozo y anticipación.

En mi mente identifiqué otra de las características de mis inviernos: mis pensamientos fluían en inglés. Recuerdo la frase de Joseph Brodsky, en la que indica que para un escritor, el exilio es un evento lingüístico; recuerdo la aseveración de Julia Álvarez de que el inglés se convirtió en un espacio de salvación y de sustento para su vida des-territorializada.

El fluir de mis pensamientos en inglés implica una especie de hibernación lingüística, despojarme de una piel suave, tibia y fresca que disfruta los arrullos alisios del Caribe, para revestirme de una piel caliente, peluda, sudorosa, que me protege de las inclemencias del frío.

Ocurre todos los años, esta hibernación del español y el renacer del inglés, aunque pienso que tal vez tenga que ver con la sed por la cultura. Generalmente viajo a Puerto Rico en la primavera, lo cual me da una infusión de vida caribeña que dura varios meses, hasta el invierno, cuando comienza la sed de nuevo, sólo que para entonces, los reclamos son en la lengua de Hemingway.

Very well, obedeceré por el momento al biologismo literario.

But I think, que de vez en cuando, el oso español asomará la nariz buscando el olor a mofongo.