viernes, 11 de enero de 2008

Chávez, las FARC, los rehenes

Chavesito se cayó por un rato, y en el silencio, creció. Las FARC liberaron esta semana a Clara Rojas, secuestrada en el 2002, y a Consuelo González, secuestrada en el 2001. Y todo porque el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, entendió por un momento (y esperemos que sea un momento bastante largo) que es mejor hacer el bien y callar. Chávez aparentemente utilizó la afinidad ideológica que las FARC sienten por él para convencerlos de que la liberación de rehenes es beneficiosa para los guerrilleros. No es por ser cínico, pero supongo que las FARC no liberaron (y, esperemos, continuarán liberando) rehenes por amor a la patria y a la libertad, o por amor a Chávez y a Fidel. Hubo un intercambio; Chávez, las FARC y, tal vez, Álvaro Uribe, el Presidente de Colombia, conocen los términos del negocio. ¿Refugio? ¿Municiones? ¿Medicinas? ¿Armas?
El Occidente se jacta de que nunca negocia con terroristas, que ese tipo de estrategia solo promueve más terrorismo. Es cierto. Pero tal vez, en este caso, si el precio no es muy alto, valga la pena negociar. Y esta es la mejor manera. Chávez mantiene su manto de la reencarnación de Bolívar; Uribe se lava las manos, porque no fue él quien negoció el asunto (y, muy mal Uribitio, por poco sales mal en el negocio, por poner obstáculos de nene chiquito y refunfuñón); las FARC reciben algo de Chávez, quién no queda desacreditado por la movida, porque, ya saben, el Rey lo mandó a callar. Y, lo más importante, queda la esperanza de que pronto, el resto de los rehenes puedan estar en casa comiendo arepas calientitas, arequipe y buñuelos.

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