viernes, 16 de noviembre de 2007

El tapabocas




¡Ay, Chavesito! Te tienen un poquito de ojeriza. Seguramente te han echao un mal de ojo. Necesitas un sahumerio y un despojo. ¡Que le hiervan agua de verbena, le restrieguen una rama de helecho por todo el cuerpo y arrojen el agua por la ventana más próxima del Palacio de Miraflores! No le mojen los arbustos, bendito, que se derriten.
Que la maestra lo mande a callar, no hay problema. Si el padre o la monja lo hacen, para que pueda concentrar los suspiros adolescentes en la glorificación de una divinidad, pues obvio. Es simplemente una señal de respeto. El silencio, a veces, es gloria, o algo así.
Pero que su majestad, el Rey de la Madre Patria, le zumbe a uno un tapabocas, aunque sea un tapabocas verbal y no físico… ¡Ay Chavesito, pobrecito!
-Es que tengo mucho que decir, y ese acento no permite pausa-, diría Chavesito.- ¡Aparte que con la arepa que tengo media comida dentro del buche, no oigo nada!
¿Ya vieron el vídeo en You Tube? Esta escena la concibió Pedro Almodóvar, estoy seguro. El actual Primer Ministro español, José Luis Rodríguez Zapatero, defiende a su rival y ex-jefe de gobierno, José María Aznar, ante el ataque de Chávez, quién tilda a Aznar de “fascista” porque supuestamente respaldó el fallido golpe de estado contra Chávez en el 2002. Chávez habla y habla, interrumpe y no se calla. De repente, su Majestad, quién había permanecido callado con una mueca de desazón en sus labios durante el intercambio, extiende su brazo y su bien perfilada cara hacia Chávez y le dice “¿Por qué no se calla?”
Aunque la verdad es que el Rey perdió el caché. ¿Desde cuándo el Rey se rebaja a hablarle directamente al bufón de la corte? El Rey debió seguir el protocolo milenario de los personajes históricos de alta alcurnia, y mandar el tapabocas a través de otro. Digamos, la Presidenta de Chile, Michelle Bachelet, anfitriona de la XVII Cumbre Iberoamericana, en donde Chávez se metió en este lío trasatlántico.
Porque eso es lo que pasa en las parrandas. Si el borracho de esquina llega de improviso, y se pone a cantar “El lechón se come, se mata y se pela…” en el más desafinado y, generalmente, catastrófico de los tonos musicales, el anfitrión es el que lo exhorta a callarse, rellenándole la caneca de ron, o dándole un cubetazo en la calva.
El problema, claro está, es que Chavesito está forrao. Con el precio del petróleo llegando a los cien dólares por galón, Chávez tiene más chavos que el Rey. Dentro de poco, el Rey va a tener que vender par de coronas, túnicas y cetros en EBay para sustentar los vicios de la realeza: el buen caviar, y las fotografías en Hola. Y Chávez, que conoce la ventaja de las verborreas en las dictaduras, no se va a callar. ¿Quién sabe? A lo mejor Chávez descubre en su árbol genealógico una conexión con la realeza española. No se extrañen que dentro de poco, el bufón sea el Marqués de Calatrava.
“The King is dead. Long live the King!”

2 comentarios:

Evelyn Cermeño dijo...

Mi art. sobre Venezuela, publicado también en la versión impresa del mismo periódico.

http://www.nacion.com/ln_ee/2007/noviembre/14/opinion1315068.html

Evelyn Cermeño dijo...

Cruel escenario

Después de varios años volví a una Venezuela no muy distinta, pero con un claro valor añadido a menos. Colmando el vaso, hoy es más próxima y latente la posibilidad de que se implante un gobierno dictatorial si se aprueba la reforma constitucional propuesta por el presidente Hugo Chávez.

Con menos importancia para algunos, mas sin dejar de serlo, la propuesta inclusive impulsa el polémico cambio de nombre de su capital Caracas, por “Cuna de Bolívar y Reina del Guaraira Repano”, atentando esto contra una identidad nacional histórica.

Venezuela, ha pasado a peores manos.

Era un país con grandes deficiencias en su sistema de salud, a veces casi invisible. Hoy continúan estas carencias, a diferencia de unos cuantos barrios en donde estratégicamente se han ubicado médicos cubanos para cubrir estas necesidades, muchas veces en perjuicio de médicos venezolanos.

Resta a la clase media. Había inequidad en la distribución de la riqueza; hoy la sigue habiendo a pesar de nuevos y convenientes datos arrojados por el mismo Estado venezolano, quien asegura haberla “repartido” más justamente. Está probado que se ha logrado restándole poder adquisitivo a la clase media; como siempre, los grandes ricos siguen siendo ricos.

La educación, aunque deficiente muchas veces, era variada; hoy quiere imponerse un nuevo sistema, que solo busca adoctrinar una sola orientación política.

Antes la inseguridad era latente en ciertos barrios; hoy cualquier sitio es extremadamente peligroso.

Las ganancias del petróleo –al menos– se notaban en las monumentales infraestructuras y sus impactantes autopistas; hoy el paisaje muestra mucho deterioro; el brillo urbano se ha perdido y muchas de las construcciones en la zona rural, obra de inversionistas, han sido abandonadas por miedo al ultraje de la propiedad privada.

Propios y extraños huyen. La inversión extranjera deseaba instalarse por la estabilidad política y económica; hoy las empresas extranjeras huyen, y se llevan sus activos y las posibilidades de empleo para miles de venezolanos.

Era un país con una corrupción palpable; hoy es igual, solo que los corruptos en el poder son otros.

Venezuela respiraba libertad a pesar de todo, las personas tenían oportunidades y el arraigo era el mayor orgullo; hoy hay miles de nacionales que se han desplazado a otros países en busca de lo que su propio Estado no les aporta.

Era un país con una diplomacia envidiable, sin gritos ni ofensas por parte de sus mandatarios en ninguna cumbre o asamblea internacional; hoy el Gobierno es un circo y el payaso conductor es su dueño.

Carta equivocada. Sin olvidar el origen, ha sucedido que un pueblo desesperado y cansado de gobiernos sin escrúpulos durante décadas, jugó una carta equivocada votando por un militar golpista y ridículo que atentó contra un régimen democrático. Sin embargo, el remedio ha sido peor que la enfermedad.

Como bien dijo Simón Bolívar, “Los pueblos tienen los gobernantes que se merecen”. Solo queda rogar a Dios entonces, que los ciudadanos que apoyan a Chávez se den cuenta por el sendero que están llevando a Venezuela, no sea que tengan que asumir las consecuencias de sus propias acciones, merecidamente.