martes, 24 de febrero de 2009

Pedicura marina


San Juan, Puerto Rico
Martes, 24 de Febrero de 2009

Prohíben usar peces para pedicura

TALLAHASSEE, Florida — Un tratamiento de moda, en el cual peces mordisquean la piel de los pies para eliminar células muertas, ha sido vedado por las autoridades de Florida.




Son callos. O tal vez juanetes. Como quiera me los jampeo, porque parecen bizcochitos, pastelillos de guayaba. La ventaja de la pecera es que los olores no traspasan la cortina húmeda del agua, porque si no, no hay quien trabaje aquí.

Goldficho renunció ayer. Problemas de sobrepeso, le dijo el veterinario. Claro, si le encantaban los juanetes. Sobre todo los de las orcas. Sí, las orcas, así les decimos a las señoronas que llegan calzando zapatos talla 5, enhorquetados con tacones de cuatro pulgadas, cuando lo que tiene son unas planchas de elefante que al menos debían ser talla 12 de hombre.

Pero a Goldficho le encantaban, decía que usaba la imaginación y veía en las orcas una fuente seductora de piel, unos mogotes descascarados de dermis que arrancaba lentamente, sorbiendo las células epiteliales como si estuviera lambiendo un dulce algodonado.

Mientras, Gatúvelo disfruta trabajando. Se pega como lapa al tobillo, se encorva acomodando su cuerpo a los contornos del talón, y acerca sus labios fogosos de pez-gato a la piel, como si la fuera a besar. Usa su lengua pedregosa para suavizar el epitelio escabroso de las señoras. Mientras chupa, usa sus bigotitos para causar descargas de risas en las clientas.

Una de ellas le susurró un día a la jefa, Mai Chilí, que los bigotitos le causaban descargas orgásmicas y dejó propina de cien dólares. Como recompensa, Mai Chilí colocó a Gatúvelo en una pecera particular, con filtro de piedras pómez, traídas de las aguas térmicas de un volcán centroamericano. Desde entonces, no hay quien se aguante su altanería.

Yo estos días estoy a dieta, y solo puedo mordisquear las puntas de los pies y las uñas. Sufro mirando el banquete que se dan los otros peces, pero tengo que sacrificarme. Si no, cuando venga Nemo se me escapa de nuevo con otra. ¡Y con lo cuentero que es! ¡Dizque se le perdió el papá y navegó con tortugas y anémonas! ¡Quién rayos se creé eso!

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