sábado, 16 de agosto de 2008

Las olimpiadas del descontento


Las protestas no se hicieron esperar. Pero no me refiero a los reclamos mundiales por las violaciones a los derechos humanos en China o en Tibet. Ni siquiera hablo de la iniciativa rusa por recuperar su imperio (parece que nadie le dijo a Putin que los imperios del siglo 21 no son establecidos por las armas, sino por la ciber-tecnología).

Me refiero a los atletas.

Todo iba bien hasta hace unos días: las gimnastas estadounidenses se quejaron porque las chiquillas chinas, quienes ganaron la medalla de oro en la competencia de equipo, parecían menores de lo establecido por el comité olímpico para poder competir. La edad mínima es 16 años.

Hay que aceptarlo, las niñas parecían eso, niñas. Pero peor para las estadounidenses, si se dejaron vencer por unas chiquillas de catorce o quince. Y peor aún quejarse por ganar la medalla de plata.

Pero esto fue sólo el comienzo:

El estadounidense James Blake perdió frente al chileno Fernando González en las semifinales de tenis, y lo acusó de tramposo.

Los serbios protestaron la séptima medalla de oro en natación de Michael Phelps, quien la ganó por una centésima de segundo. Los serbios acataron el veredicto luego de que se revisara en cámara lenta el final de la carrera.

El luchador sueco Ara Abrahamian protestó su tercer lugar arrojando la medalla de bronce al suelo. Su entrenador catalogó la decisión de los jueces como “política” (como si los suecos tuvieran problemas con alquien). A consecuencia de sus acciones, el Comité Olímpico lo descalificó y le retiró la medalla.

En inglés, todos son llamados “sore losers”.
Todos tienen que aprender que en la victoria, al igual que en la derrota, hay que ser humildes y respetuosos.

Total, mientras ellos competían, nadaban, brincaban, levantaban y luchaban, los chinos continuaban limitando la libertad de expresión en su vasto territorio, los rusos buscaban afilar sus garras imperiales que se oxidaban en el letargo del nuevo milenio, y los Estados Unidos demostraban la hipocresía capitalista de que ellos son los únicos que pueden invadir otros países. Cuando Bush invade Irak, es por “regime change” y para establecer la democracia en el Medio Oriente. Cuando los rusos invaden Georgia, son unos abusadores y bravucones (no encontré una buena traducción de “bully”).

Todavía falta otra semana olímpica. A ver si en la ceremonia de clausura, los chinos nos regalan otro espectáculo de ciencia ficción.

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