jueves, 5 de junio de 2008

Por qué Obama no debe escoger a Clinton como su compañera de papeleta



Antes de que Barack Obama capturara la nominación para la presidencia por el Partido Demócrata esta semana, se mencionaba el nombre de Hillary Clinton como posible candidata a la vicepresidencia. Unos aseguran que la combinación Obama-Clinton en la papeleta electoral es la clave indiscutible de un triunfo abrumador en noviembre.

Pienso que incluir a Hillary como candidata a la vicepresidencia es un error.

Barack Obama surgió de la nada en esta campaña electoral por una razón muy sencilla: el electorado quiere un cambio significativo en la política de este país. Luego de los escándalos presidenciales de Bill Clinton y los engaños bélicos de George W. Bush, luego de la crisis en el mercado de hipotecas y la crisis energética que enfrentamos, luego de que el respaldo emotivo del mundo ante los ataques del once de septiembre se desvaneciera ante la arrogancia y xenofobia de la administración actual, la mayoría del electorado estadounidense quiere cruzar la calle y desatenderse del pasado. La gente quiere una visión nueva, nuevas esperanzas, una vida nueva.

El mundo sigue dando vueltas, y los Estados Unidos están estancados.
No hace mucho, los Estados Unidos era el país líder del mundo. Aunque siempre tuviera ataques de esquizofrenia en cuanto a su política exterior (recordemos a Chile, Nicaragua, la República Dominicana, Puerto Rico, Colombia) hay que aceptar que este país representa un experimento nunca antes visto: una nación creada como refugio de la intolerancia religiosa; un crisol de razas, religiones, clases sociales, en el que supuestamente todos, TODOS, pueden prosperar.

No se preocupen. Reconozco que el American Dream es pura patraña. Pero nada cuesta soñar.

Y soñar es lo que ofrece Obama. Por su historia, por sus palabras, por sus acciones, Obama parece ofrecer una alternativa, la posibilidad de que la patraña sea realidad, de que este rompecabezas nacional sea en realidad la tierra donde todos, TODOS, podamos alcanzar nuestras aspiraciones y metas.

Para esto, hace falta mucho, MUCHO, trabajo. Hace falta un cambio radical en la propuesta nacional de este país.

Este país necesita humildad, necesita reconocer que el futuro no es de un sólo país como líder, al que el resto del mundo sigue obedientemente. El futuro es de las confederaciones, de las uniones, del liderazgo comunal, del liderazgo no por mandato sino por consenso.

Obama representa esto y mucho más.

Hillary Clinton es una mujer extraordinaria. Sobrevivió la presidencia de su marido (la derrota pública de su propuesta para mejora el sistema de salud, la humillación pública ante el escándalo Lewinski) para establecerse en el Senado, en donde ha prosperado, en donde es respetada y admirada, en donde emergió como una mujer de acción y palabra y arrojo y de un intelecto incuestionable.

Pero Hillary no está hecha para ser número dos de nadie. Hillary funciona en el Senado porque su jefe es el electorado neoyorquino, a quien tiene que rendir cuentas cada seis años. Hillary funciona en el Senado porque es hábil en el manejo de sus reglas tan complicadas y arcanas. Hillary funciona en el Senado porque se metió en el All Boys Club y los maneja como quiere, con eficiencia, hasta con gusto.

Hillary funciona en el Senado porque es parte del juego institucional.
No podemos ser tan inocentes para pensar que Obama cambiará las reglas del juego de un zarpazo. Obama se enfrentará a instituciones y organizaciones interesadas en mantener el jueguito de cabilderos, barrilitos de tocino, donaciones millonarias, contratos millonarios, todos los intereses pecuniarios que hacen que la mayoría del electorado aborrezca el proceso político.
Es por esta razón que muchos piensan que Hillary puede ayudar a Obama. Ella conoce el jueguito mejor que nadie, y lo puede ayudar en esa lucha.
Pero nadie desmantela un sistema tan complejo con las mismas reglas que le dan su poder.

Hillary no entiende esto. Obama sí.

Dejen a Hillary en el Senado. Allí lo puede ayudar más, si es que es cierto que quiere un cambio radical en la política estadounidense. Déjenla en el Senado, donde puede ayudar en la lucha por obtener el seguro médico universal, por terminar la guerra en Irak, por establecer nuevas reglas para donaciones y cabilderos. Hillary puede ayudar más en el Capitolio que en la Casa Blanca. Allí, y no en la Casa Blanca, será la aliada más importante del Presidente Obama.

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