viernes, 20 de junio de 2008


Acabo de leer La insoportable levedad del ser de Milan Kundera.

Una novela, cuatro personajes.
La conexión entre los personajes es importante, pero no por el simple hecho de que están conectados.
Los personajes se enfrentan a ellos mismos, a su imagen en el espejo, y cuestionan, y dudan.

Idea clave: “La vida humana acontece sólo una vez y por eso nunca podremos averiguar cuáles de nuestras decisiones fueron correctas y cuáles fueron incorrectas... Einmal ist keinmal. Lo que sólo ocurre una vez es como si no hubiera ocurrido.”

La vida no se ensaya. No hay remedio para lo que hacemos, no podemos ensayar nuestras decisiones. No las podemos borrar. Las podemos examinar, y angustiarnos por lo hecho. Pero ¿vale la pena? ¿Es positivo vivir con esa carga? Es el problema existencial de la novela: las decisiones no se ensayan, no importan, por lo que la levedad de su esencia nos parece insoportable.

Pregunta incesante. La vida, ¿levedad o carga? ¿Cuál es positiva, cual negativa?
“Parménides respondió: la levedad es positiva, el peso negativo.”

El otro extremo, la levedad. Podemos vivir tan alejados del suelo, que podemos perder perspectiva de todo.

Mi punto medio. Vivir al ras del suelo. Un poco de perspectiva, un poco de contacto con la realidad. Reconocer que la vida no se ensaya, pero no paralizarnos ante esa realidad.
Veo en esa levedad una liberación. No angustiarse ante las decisiones, sino aprender de ellas. No hay ensayo, pero las circunstancias se repiten con similitud. Aprender.

Kundera habla de muchas cosas en esta novela, que algunos llamarán “filosófica”, aunque yo la llame una novela como debe ser, que toca los problemas filosóficos (en otras palabras, que escribe acerca de la vida…la palabra filosofía significa “amor a la sabiduría”). Uno de los temas es las relaciones humanas. Y sobre todo, el amor.

Escribe Kundera:
“Ya dije que las metáforas son peligrosas. El amor empieza por una metáfora. Dicho de otro modo: el amor empieza en el momento en que una mujer inscribe su primera palabra en nuestra memoria poética.”

¡Salud!

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