jueves, 20 de diciembre de 2007

Delirio crackiano.


No, no lo estoy fumando, pero estoy de buen humor, y con par de cafés encima, siento las palabras fluir.
Hasta aquí, pienso que el año estuvo regular. Digo, en el plano literario. Escribí mucho, pero no lo suficiente. Estoy esperando noticias buenas de alguno de los frentes de publicación. Estoy esperando la cuita que me lanzará a escribir la gran novela, la gran epopeya, el gran siquitraque. Sigo esperando.
Y sabemos que esperar es la pasividad, cuando debemos ser activos. Buscar, no esperar. Lanzarse, no esperar a que el agua suba al cuello. Componer, recompensar (repensar) a la inspiración para que rinda frutos. Cuestionar, no aceptar. Preguntas, preguntas, eso es lo importante.
Ser leído, pues para eso se escribe. No para ser conocido. El autor es el medio de expresión, es la extensión de la pluma, es el domador de palabras. Y escribir DE TODO, PARA TODOS, EN TODOS. Leer DE TODO, PARA TODOS, EN TODOS.
Si algo bueno tiene el manifiesto crack (de los mexicanos. NECESITAMOS UN MANIFIESTO BORICUA…) es su universalidad. Escribir de todo, para todos. Que el autor abra la puerta a todas las dimensiones, crear sin importar que la creación se destruya, nos destruya, se rebele, se cree sola. QUE LA HISTORIA NAZCA SOLA. Parto natural, sin médico ni comadrona. Bajo agua, burbujeante, los primeros alientos de pescado. Sumergir la historia. Hundirla. Y que crezca como perla, sola, en el fondo del mar.
De todo, para todos, el costumbrismo universal, la historia (la histeria) humana donde sea que crezca.
Se acabó el delirio. Necesito otro café.

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