viernes, 15 de mayo de 2009

Writing/Necesariamente bilingüe




Here I am lost again, lost without words, trying to find the words. Lost. The fate all words must avoid. Inevitable, some will be dispersed like sterile seeds, with no fertile ground to land on. Others will recede inside the vast expanses of memory. Yet others fight to become, to materialize, to create, to make, and finally, to think. Words that think themselves, that create themselves. I talked about that already in my first book. But that, like the other words, remains lost.

Why write? Those words I forgot, or maybe I never remembered in the first place. I always admire those who can quote obscure passages from obscure books by obscure authors. I can recite parts of movies, like “A Few Good Men”, or an episode of “Law and Order”. But Flaubert, but Plato, but Paz? I find it incredible, but then I comfort my thoughts with the certitude that these people only remember one or two quotes, general enough in their meaning to be used in any disposition. The glory of genius is in its memory. But what if the memory is copied from itself, a mirror image in a mirror?

Why write? I almost lost the words, but after an extensive search (five minutes, after which I was going to lose it) I found it, under a few good books, all of them smart in their intellectual fortitude, covered by the shield against criticism that is the hard cover.

Sartre says (and maybe I should just scan the page) “One is not a writer for having chosen to say certain things, but for having chosen to say them in a certain way” (“What is Literature”, p. 16).

And then: ”God knows whether cemeteries are peaceful; none of them are more cheerful than a library. The dead are there; the only thing they have done is write”
(p.17).
All apropos to our conversation, right? Only without the quotes, but a simile, a mirror image, a ghost.

And then the chapter “Why Write?”: a linguistic stake through our secret desire, a razor to the umbilical cord of the creation. We give it life, mind you, but then it is gone.

Says Sartre: "To write is thus both to disclose the world and to offer it as a task to the generosity of the reader” (p. 38). Writing is an act of freedom, he says. An act of freedom embedded within that orgiastic trust between the writer and the reader.

Reading, not writing, says Sartre, is the operational virtue.





Necesariamente bilingüe, siento la acometida. Cuenta Ernesto Sábato, en El escritor y sus fantasmas:

“La inmensa mayoría escribe porque buscan fama y dinero, por distracción, porque meramente tienen facilidad, porque no resisten la vanidad de ver su nombre en letras de molde”.

¡Qué fácil provocar la imaginación obtusa, qué fácil remojar las historias ya transitadas, qué fácil es desvivirse por aparecer, por ser leído! Aunque el que lo hace, como dice Sábato, por vanidad, no es leído. ¿Les falta algo?: un matojo de hierbas, un azulejo descarnado, una mirada vitriólica, un amuleto en el cuello.

Entonces Sábato nos cuenta que “quedan entonces los pocos que cuentan: aquellos que sienten la necesidad oscura pero obsesiva de testimoniar su drama, su desdicha, su soledad. Son los testigos, es decir los mártires de una época. Son hombres que no escriben con facilidad sino con desgarramiento. Son individuos a contramano, terroristas o fuera de la ley”

Entonces es más fácil vivir en la sombra de la normalidad, vivir enajenado del juicio ajeno, ser tímido, vivir escondido de la vida real, para en las noches ensangrentar, pujar, remover, olfatear, deshilar una a una todas las vidas pasajeras de la ficción. El contar es testimoniar. Alguno gritará Aleluya pues ya vio su Ser Mayor, a su todopoderoso, y lo llamó Quijote. Otro gritará que lo vio en un círculo que contiene todos los lugares del mundo, o todos los senderos que se bifurcan. Es lo que Sábato llama el sueño colectivo que calcan estos escritores . Dice “escribir en grande , simplemente es”…Como decíamos: It is what it is.

Si no sirvo para calcar la verdad, si no sirvo para testimoniar, serviré para aconsejar, para ser un mentor. Pero el ser mentor no significa ceguera, el ser mentor no significa distanciamiento. Al contrario, no hay relación más duradera e intensa que la de un mentor con su protegido. ¿Te atreves? ¿Te da miedo? Porque la distancia sólo incrementará el ardor de la misión. Porque las manos que dan tumbos, la piel que se enchina, los intercambios de miradas sin intención, lo sobreentendido y lo dicho, lo que se queda por decir y lo que se desea, nada cambia. Al contrario: sufre, tiembla, florece, se empolva, muere, reverdece y al final queda tatuado.

Y causa esta reacción anafiláctica que es el escribir.

Uno escribe porque la mente pica, por el escozor que la vida causa sobre la piel temblante de un poeta, de un novelista, de un cuentista. Uno escribe para saciar una necesidad biológica. En eso escribir es como el amor: intenso, lo deja a uno sin aire, exhausto y sediento a la vez, quieres más y no quieres, sufres y no quieres sufrir pero buscas sufrir por el sufrimiento que hace que reconozcas tus venas, tu sangre, tu mente. Sufrir es literatura, gozar es literatura. El resto, como diría Barthes, es sólo un mito.

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