Me recuerda la compañera Johanny Vázquez Paz, poetisa boricua radicada en Chicago, de un evento reciente que, contrario a la noticia del padrecito manoseador, fue más importante y no recibió la misma cobertura obsesiva de los medios de comunicaciones (o de embobamiento).
Me refiero a que hace una semana, el seis de mayo, un grupo de puertorriqueños entraron al Congreso estadounidense y realizaron un acto de desobediencia civil. Cantando los versos de Corretjer en la canción Oubao Moin (que en lengua taína significa isla de sangre) ese grupo de artistas y activistas (lo cual viene siendo lo mismo, porque el artista es activista en su medio) interrumpieron la sesión que se llevaba a cabo en el Congreso, demandando de forma pacífica la resolución de la situación colonial de la isla.
Recordemos que el primero de marzo de 1954, un grupo de nacionalistas puertorriqueños irrumpieron en el hemiciclo del Congreso estadounidense y balearon a varios legisladores. Lolita Lebrón, Irving Flores y Rafael Cancel Miranda estuvieron encarcelados por 25 años antes de que el presidente Jimmy Carter les extendiera el perdón presidencial. Andrés Figueroa Cordero fue liberado antes por razones humanitarias, ya que moría de cáncer.
¿Qué ha cambiado? Mucho y nada. La situación política de Puerto Rico es la misma condición colonial de hace cien años. Peor, porque el estatus de la isla se ha convertido en la mejor arma del establecimiento político para distraer a los puertorriqueños de sus problemas diarios. ¿Que si el desempleo, que si la criminalidad, que si el déficit presupuestario, que si la educación? En vez de ofrecer soluciones, los políticos fomentan la división y el tribalismo político con el espejismo de la solución al estatus. Cuando las cosas se ponen feas o aprieta la necesidad de liderazgo, los políticos se ponen la capa de magos y sacan del sombrero mágico el conejito del estatus.
¿Cuándo terminará? Estos activistas políticos tienen razón al tratar de realzar el tema de la política puertorriqueña en el hemiciclo del Congreso. Los congresistas estadounidenses no tienen ni idea de lo que ocurre en Puerto Rico ni les interesa. El Comisionado Residente en Washington, que se supone represente los intereses políticos de Puerto Rico a nivel federal, termina ahogado por la miasma del tribalismo político. Sorpresivamente, los congresistas puertorriqueños radicados en Estados Unidos, como José Serrano, Nydia Velásquez y Luis Gutiérrez, son los que más participan en las deliberaciones acerca del futuro de la isla, y mantienen el tema vigente ante sus colegas.
Básicamente, el tema del estatus puertorriqueño seguirá siendo una patraña política hasta que el Congreso estadounidense decida endosar un plebiscito cuyo resultado sea acatado e implementado sin trabas ni obstáculos. Y por lo que veo acá en Washington, los congresistas tienen tantas cosas pendientes (la economía, reforma del sistema de salud, reforma migratoria, etc.) que vale la pena dejar que los versos de Corretjer fluyan como vientos alisios llevados desde el Caribe hasta el Potomac.
Para los que no conozcan la canción, les regalo la versión del grupo de rock puertorriqueño Sol D’Menta:
miércoles, 13 de mayo de 2009
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