lunes, 25 de mayo de 2009

Mario Cancel comenta a Julia y cuentos de invierno

El escritor y crítico literario Mario Cancel continúa el diálogo literario con sus comentarios acerca de Julia y cuentos de invierno en su blog Lugares imaginarios


viernes, 15 de mayo de 2009

Writing/Necesariamente bilingüe




Here I am lost again, lost without words, trying to find the words. Lost. The fate all words must avoid. Inevitable, some will be dispersed like sterile seeds, with no fertile ground to land on. Others will recede inside the vast expanses of memory. Yet others fight to become, to materialize, to create, to make, and finally, to think. Words that think themselves, that create themselves. I talked about that already in my first book. But that, like the other words, remains lost.

Why write? Those words I forgot, or maybe I never remembered in the first place. I always admire those who can quote obscure passages from obscure books by obscure authors. I can recite parts of movies, like “A Few Good Men”, or an episode of “Law and Order”. But Flaubert, but Plato, but Paz? I find it incredible, but then I comfort my thoughts with the certitude that these people only remember one or two quotes, general enough in their meaning to be used in any disposition. The glory of genius is in its memory. But what if the memory is copied from itself, a mirror image in a mirror?

Why write? I almost lost the words, but after an extensive search (five minutes, after which I was going to lose it) I found it, under a few good books, all of them smart in their intellectual fortitude, covered by the shield against criticism that is the hard cover.

Sartre says (and maybe I should just scan the page) “One is not a writer for having chosen to say certain things, but for having chosen to say them in a certain way” (“What is Literature”, p. 16).

And then: ”God knows whether cemeteries are peaceful; none of them are more cheerful than a library. The dead are there; the only thing they have done is write”
(p.17).
All apropos to our conversation, right? Only without the quotes, but a simile, a mirror image, a ghost.

And then the chapter “Why Write?”: a linguistic stake through our secret desire, a razor to the umbilical cord of the creation. We give it life, mind you, but then it is gone.

Says Sartre: "To write is thus both to disclose the world and to offer it as a task to the generosity of the reader” (p. 38). Writing is an act of freedom, he says. An act of freedom embedded within that orgiastic trust between the writer and the reader.

Reading, not writing, says Sartre, is the operational virtue.





Necesariamente bilingüe, siento la acometida. Cuenta Ernesto Sábato, en El escritor y sus fantasmas:

“La inmensa mayoría escribe porque buscan fama y dinero, por distracción, porque meramente tienen facilidad, porque no resisten la vanidad de ver su nombre en letras de molde”.

¡Qué fácil provocar la imaginación obtusa, qué fácil remojar las historias ya transitadas, qué fácil es desvivirse por aparecer, por ser leído! Aunque el que lo hace, como dice Sábato, por vanidad, no es leído. ¿Les falta algo?: un matojo de hierbas, un azulejo descarnado, una mirada vitriólica, un amuleto en el cuello.

Entonces Sábato nos cuenta que “quedan entonces los pocos que cuentan: aquellos que sienten la necesidad oscura pero obsesiva de testimoniar su drama, su desdicha, su soledad. Son los testigos, es decir los mártires de una época. Son hombres que no escriben con facilidad sino con desgarramiento. Son individuos a contramano, terroristas o fuera de la ley”

Entonces es más fácil vivir en la sombra de la normalidad, vivir enajenado del juicio ajeno, ser tímido, vivir escondido de la vida real, para en las noches ensangrentar, pujar, remover, olfatear, deshilar una a una todas las vidas pasajeras de la ficción. El contar es testimoniar. Alguno gritará Aleluya pues ya vio su Ser Mayor, a su todopoderoso, y lo llamó Quijote. Otro gritará que lo vio en un círculo que contiene todos los lugares del mundo, o todos los senderos que se bifurcan. Es lo que Sábato llama el sueño colectivo que calcan estos escritores . Dice “escribir en grande , simplemente es”…Como decíamos: It is what it is.

Si no sirvo para calcar la verdad, si no sirvo para testimoniar, serviré para aconsejar, para ser un mentor. Pero el ser mentor no significa ceguera, el ser mentor no significa distanciamiento. Al contrario, no hay relación más duradera e intensa que la de un mentor con su protegido. ¿Te atreves? ¿Te da miedo? Porque la distancia sólo incrementará el ardor de la misión. Porque las manos que dan tumbos, la piel que se enchina, los intercambios de miradas sin intención, lo sobreentendido y lo dicho, lo que se queda por decir y lo que se desea, nada cambia. Al contrario: sufre, tiembla, florece, se empolva, muere, reverdece y al final queda tatuado.

Y causa esta reacción anafiláctica que es el escribir.

Uno escribe porque la mente pica, por el escozor que la vida causa sobre la piel temblante de un poeta, de un novelista, de un cuentista. Uno escribe para saciar una necesidad biológica. En eso escribir es como el amor: intenso, lo deja a uno sin aire, exhausto y sediento a la vez, quieres más y no quieres, sufres y no quieres sufrir pero buscas sufrir por el sufrimiento que hace que reconozcas tus venas, tu sangre, tu mente. Sufrir es literatura, gozar es literatura. El resto, como diría Barthes, es sólo un mito.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Oubao Moin y el Congreso estadounidense

Me recuerda la compañera Johanny Vázquez Paz, poetisa boricua radicada en Chicago, de un evento reciente que, contrario a la noticia del padrecito manoseador, fue más importante y no recibió la misma cobertura obsesiva de los medios de comunicaciones (o de embobamiento).

Me refiero a que hace una semana, el seis de mayo, un grupo de puertorriqueños entraron al Congreso estadounidense y realizaron un acto de desobediencia civil. Cantando los versos de Corretjer en la canción Oubao Moin (que en lengua taína significa isla de sangre) ese grupo de artistas y activistas (lo cual viene siendo lo mismo, porque el artista es activista en su medio) interrumpieron la sesión que se llevaba a cabo en el Congreso, demandando de forma pacífica la resolución de la situación colonial de la isla.

Recordemos que el primero de marzo de 1954, un grupo de nacionalistas puertorriqueños irrumpieron en el hemiciclo del Congreso estadounidense y balearon a varios legisladores. Lolita Lebrón, Irving Flores y Rafael Cancel Miranda estuvieron encarcelados por 25 años antes de que el presidente Jimmy Carter les extendiera el perdón presidencial. Andrés Figueroa Cordero fue liberado antes por razones humanitarias, ya que moría de cáncer.




¿Qué ha cambiado? Mucho y nada. La situación política de Puerto Rico es la misma condición colonial de hace cien años. Peor, porque el estatus de la isla se ha convertido en la mejor arma del establecimiento político para distraer a los puertorriqueños de sus problemas diarios. ¿Que si el desempleo, que si la criminalidad, que si el déficit presupuestario, que si la educación? En vez de ofrecer soluciones, los políticos fomentan la división y el tribalismo político con el espejismo de la solución al estatus. Cuando las cosas se ponen feas o aprieta la necesidad de liderazgo, los políticos se ponen la capa de magos y sacan del sombrero mágico el conejito del estatus.

¿Cuándo terminará? Estos activistas políticos tienen razón al tratar de realzar el tema de la política puertorriqueña en el hemiciclo del Congreso. Los congresistas estadounidenses no tienen ni idea de lo que ocurre en Puerto Rico ni les interesa. El Comisionado Residente en Washington, que se supone represente los intereses políticos de Puerto Rico a nivel federal, termina ahogado por la miasma del tribalismo político. Sorpresivamente, los congresistas puertorriqueños radicados en Estados Unidos, como José Serrano, Nydia Velásquez y Luis Gutiérrez, son los que más participan en las deliberaciones acerca del futuro de la isla, y mantienen el tema vigente ante sus colegas.

Básicamente, el tema del estatus puertorriqueño seguirá siendo una patraña política hasta que el Congreso estadounidense decida endosar un plebiscito cuyo resultado sea acatado e implementado sin trabas ni obstáculos. Y por lo que veo acá en Washington, los congresistas tienen tantas cosas pendientes (la economía, reforma del sistema de salud, reforma migratoria, etc.) que vale la pena dejar que los versos de Corretjer fluyan como vientos alisios llevados desde el Caribe hasta el Potomac.

Para los que no conozcan la canción, les regalo la versión del grupo de rock puertorriqueño Sol D’Menta:

jueves, 7 de mayo de 2009

El padrecito manoseador


Se reportó anoche en el noticiero de las once que agarraron a un sacerdote manoseando a una mujer bastante caderona ante las aguas turquesas de Miami Beach.


Nada nuevo. Los sacerdotes son tan humanos como tú y yo, y que uno sucumba a la tentación, pues no es gran cosa. Total, si los dejaran casar, a lo mejor son mejores consejeros espirituales.


A este padrecito lo condenó la arrogancia. Guapo, de sonrisa telegénica, el padrecito escribió libros, y fue entrevistado por Cristina, Don Francisco y Oprah. El padrecito pecó de soberbia, se le olvidó que es un simple representante, no una deidad encarnada. Se le olvidó que los sacerdotes no deben ser figuras de farándula. Su ego se lo recordó.


Pero lo que me molestó no fue la noticia en sí, sino que, en medio de tantos problemas, en medio de la crisis financiera; en medio de la epidemia de gripe; en medio de crecientes tensiones sociales y políticas en Pakistán, en Afganistán, en Irán, en Corea del Norte, el noticiero gastara más de diez minutos cubriendo la noticia del padrecito manoseador.


Y claro, me molesto conmigo mismo, por darle la importancia que no merece en este blog….

lunes, 4 de mayo de 2009

Translator


When the words came out, they felt sticky, like molten asphalt against his hard palate. He had them, these words, wrapped around his ventricles, eager to come out. He doubted them, because they were not his, they were not in him when he was born. They were rather like mushrooms growing after too much rain. But they had to come out, and so he wrote them.


He felt like a thief. Turgenev said so: a writer who did not write in his native tongue was a thief and a pig. He wrote this, not in his native Russian, but in German. The pig!

And so he was, stealing away the same letters, reconstructing them, twisting them like pretzels or new DNA. He wasn’t a scientist, but that’s what he was, creating new life out of the detritus of another language. He was Frankenstein, linguistically speaking, of course.


When he finished, he saw the words and read them as if they were his own. He closed the covers of the book. He reached for the box of Gitanes, and lighted one with a match. The smoke filled his tendrils with ochre smoke. He aspirated some through his nose, and was about to let the smoke out of his lips, when he realized he couldn’t reopen his mouth. He pursed his lips, trying to create the requisite opening to blow out some air. His cheeks puffed out, turning crimson red, but he couldn’t pry his lips open. The smoke choked him, all that nicotine and tar pooled around his pharynx. His lungs convulsed, eager to help with diaphragmatic convolutions, trying to get the air out. But he couldn’t. His face paled, his lips turned blue, and with a sudden arching of his neck, he fell to the floor, dead.


The last words in his book were in Spanish. The inspector translated them “The end…due to a lack of words”. The inspector wondered about the words, translating them back and forth, trying to find the same meaning in both languages. A verbal impossibility, he thought, while he reached for the pack of Gitanes.


His last effort, while he choked on the smoke in his closed mouth, was to translate his name in all the languages he spoke. And then he died.