domingo, 18 de abril de 2010

Sub-marino





Se acercan los melifluos acordes de una serenata,

una pieza rústica y enhebrada de barrocos incorregibles y piezas sutiles e

inidentificables.

La música concuerda con los latidos del barítono,

pulso un segundo, respiración el próximo,

otra andanza del diafragma.

Se arremolinan las notas como terapia auditiva

ante los ecos sobre otra superficie acuosa,

aquella series de notas misteriosas que hondonaban la superficie

del agua sobre mi cabeza

Miré, porque ya la respiración me faltaba y no vi nada.

Tal es la suerte de los peces

condenados

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