sábado, 10 de octubre de 2009
Escritura esquisofrénica
Escucho pacientemente el podcast de uno de mis programas favoritos en la radio pública estadounidense, Speaking of Faith.
En este programa, la anfitriona, Krista Tippett, entrevista personalidades del mundo de la filosofía, literatura, teología, política, en conversaciones animadas acerca de la religión, de la fe, del significado y los misterios de la vida y el alma.
Esta mañana, ejercitando mis piernas en una isla vegetal en medio de la selva de concreto de los suburbios de Washington DC, escuché a Krista entrevistar a Eckhart Tolle, filósofo, gurú, espiritualista, escritor, no sé, la definición de lo que es no es tan importante como lo que dice.
Trolle, en sus libros El poder de ahora y Una nueva tierra, enarbola una filosofía de vida que ahora tiene millones de adherentes. Hablaba en el programa de su caída en una depresión cuando tenía casi treinta años, y la epifanía que descubrió cuando hizo la observación “no puedo vivir conmigo mismo”. En esa aseveración descubrió la dualidad de la persona, el uno que no puede vivir con el otro dentro de sí mismo.
Pero lo que más me llamó la atención fue su declaración de que la negatividad y el estrés en que vivimos tiene que ver con la vivencia en el pasado o en el futuro. En otras palabras, la ansiedad de la vida moderna tiene que ver con las expectativas del futuro y la historia pasada, y para aminorar estos efectos es necesario mantener una relación coherente y vital con el presente que nos rodea.
Debo aceptar que cuando la plática toma este rumbo un poco, digamos, “neohippie”, mis fuerzas creativas e intelectuales se rebelan y siento la tentación de cambiar de canal. Pero lo que decía el hombre tiene sentido, y lo apliqué a mi vida intelectual.
A ver: el escritor encuentra placer en la escritura, en la acción creativa. Con ésta, el escritor encuentra cierta sintonía con su momento presente, aunque en la obra creada se viertan las experiencias pasadas o los deseos futuros. En el acto de escribir, se encuentra una paz influenciada por el balance creativo entre la idea y la palabra, entre la creación neuronal de la idea y la imagen y la concretización de estos en el papel.
Para el autor, el momento creativo termina con una pausa. Entonces comienza la ansiedad. ¿Cómo aminorarla? Viviendo en el presente creativo, impartiendo en la página la verdad de la literatura, es decir, la verdad de las palabras, es decir, ser fiel, sincero y auténtico con el yo otro del que hablaba Trolle, con el que no se puede vivir.
Yo tampoco puedo vivir conmigo mismo. Por eso escribo, para poder vivir mejor con él. Escribir es un simple acto de cohabitación.
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