sábado, 27 de septiembre de 2008

De vuelta


Había pensado agarrar unas vacaciones del blog, pero me llamó la atención un comentario muy acertado e incisivo del compañero Elidio Latorre Lagares, en su blog, titulado "El mundo del escritor de acuerdo a Ronaldo Menéndez." Lo leen, por favor, pues esta es mi respuesta:

"Esta meditación me recuerda el viejo debate de por qué escribir y para quién uno escribe. Aunque duela al espíritu altruista o sufrido del llamado artista, -especialmente el mito del artita angustiado, que vive al borde de la desesperación y que actúa en su arte como una especie de escape terapéutico- la realidad es que el trabajo de arte- sea la pintura, el texto, la escultura- no existe en el plano real sin la visión del espectador o lector. Esa actividad simbiótica, dualista, binaria es necesaria para elucubrar la actividad artística al plano real. Si no, la actividad creativa queda rezagada al plano de diario personal. Y esto no es arte. Es más bien un acto de consuelo.
Entonces, ¿para qué el arte? O mejor, limitándonos al tema, ¿para qué la literatura?
Sarte indica que el escribir es una acción casi-revolucionaria, un acto de llamar la atención de lo que sucede en el mundo, una acción violenta, que ocasione el comentario “¿qué pasaría si todos leen lo que escribí?” En otras palabras, no es un recogimiento de asueto, de conformidad, lo que genera el texto, sino un acto de violencia, de acción, de revolución.
De igual manera, la mitificación de la que hablan Ronaldo Menéndez y Elidio Latorre corresponde a un cuestionamiento esencial de quien escribe. Tienen razón al indicar que estos mitos sirven como barreras sicológicas que minimizan la ausencia de la lectura, o la insipidez de la escritura. La falta entonces es dual, y ataja al mismo dualismo centro-periferia que la crítica poscolonial intenta delinear.
Si España es el centro del universo editorial y el resto es la periferia, invirtiendo la relación en un típico ejercicio Derridiano solamente recreara la dinámica polar, sin obviar la tirantez existente en la relación. Por lo tanto, lo ideal sería completar el ejercicio Derridiano y romper con la dualidad binaria. ¿Y cómo? No recreando el centro (ya de hecho fragmentado como Elidio alude correctamente) sino olvidarnos de la relación y crear y recrear y desmitificar, agarrar todos los mitos quijotescos y virarlos como tortilla. Y eso, ¿con qué se come?
Pues volviendo a lo anterior, si se examina la relación literaria lector-escritor, es cuestión de incentivar al lector con un acto de violencia. Si se violenta al lector, resquebrajando su comodidad literaria, la lectura fluirá, porque el caos y el shock es lo que vende. Y lo que ayuda a pensar. Todo lo que promulgue una ruptura con lo establecido irremediablemente generará más interés, más lectura, mejor cosecha. Pero no es simplemente generar shock por su propio hecho, esto es chabacanería y, por lo tanto, inaceptable.
Es enfrentar a nuestros lectores con el reto que proponemos al escribir. No es escribir por escribir, como no es leer por leer. Para eso es el televisor."

1 comentario:

rm.pittenger dijo...

Espero que VOS estés de vuelta pronto. La comunidad de bloggers extraña tus palabras.