miércoles, 5 de septiembre de 2007

Mañana de septiembre

Abro los ojos y me revienta la ausencia de luz. Hace unas semanas, a las siete, el sol deslumbraba como si fuera mediodía. Ahora, en las vísperas del otoño, las siete permanece envuelta en la penumbra espectral, como si la noche no quisiera dar paso al sol. Así empieza el SAD, seasonal affective disorder. La verdad que nos inventamos una enfermedad para todo. La depresión que acompaña los acortados días de invierno tiene diagnóstico y cura. Igual que el restless leg syndrome. ¿Una enfermedad que se manifiesta porque las piernas no se quedan tranquilas? ¿Qué ridiculez es esa?
Lo próximo es una cura para la felicidad. Es una enfermedad, dicen las farmacéuticas. Se los juro. Impide la concentración en el trabajo.

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