Abro los ojos y me revienta la ausencia de luz. Hace unas semanas, a las siete, el sol deslumbraba como si fuera mediodía. Ahora, en las vísperas del otoño, las siete permanece envuelta en la penumbra espectral, como si la noche no quisiera dar paso al sol. Así empieza el SAD, seasonal affective disorder. La verdad que nos inventamos una enfermedad para todo. La depresión que acompaña los acortados días de invierno tiene diagnóstico y cura. Igual que el restless leg syndrome. ¿Una enfermedad que se manifiesta porque las piernas no se quedan tranquilas? ¿Qué ridiculez es esa?
Lo próximo es una cura para la felicidad. Es una enfermedad, dicen las farmacéuticas. Se los juro. Impide la concentración en el trabajo.
miércoles, 5 de septiembre de 2007
lunes, 3 de septiembre de 2007
El Principio
Te preguntarás el por qué del cambio. La pregunta entonces sugiere otra: ¿qué importa un nombre? Por el momento te contesto que no es un cambio lo que ves, sino una reorganización del orden, un desmadejamiento de lo que indica una primicia para crear novedad. Esta novedad, aunque parezca frívola o altanera, obedece a una calibración esencial de todo humano enfrentado a un novel vivir.
Había desorden en el nombre, porque el que escribía no reconocía el orden. El que escribía (el que escribe estas líneas) entiende que el mapa trazado hasta ahora identifica a Rubén como protagonista. Pero Javier es el que vigila los entreveros del cerebro para poder encontrar una resolución a la disputa. Ciencia o arte, probetas o sinalefas, Celsius o posdata. La dualidad es irresistible, es una simetría siamesa. Ambos existen , digamos coexisten, pacíficamente a veces, otras se enfrentan los cabos sueltos. Al final, siempre queda el uno, indivisible.
Por eso la reorganización del nombre. Porque el que escribe estas líneas es Javier.
Y si alguno de ustedes tiene fiebre, Rubén lo podrá ayudar. Pero su blog queda en otro lado.
Había desorden en el nombre, porque el que escribía no reconocía el orden. El que escribía (el que escribe estas líneas) entiende que el mapa trazado hasta ahora identifica a Rubén como protagonista. Pero Javier es el que vigila los entreveros del cerebro para poder encontrar una resolución a la disputa. Ciencia o arte, probetas o sinalefas, Celsius o posdata. La dualidad es irresistible, es una simetría siamesa. Ambos existen , digamos coexisten, pacíficamente a veces, otras se enfrentan los cabos sueltos. Al final, siempre queda el uno, indivisible.
Por eso la reorganización del nombre. Porque el que escribe estas líneas es Javier.
Y si alguno de ustedes tiene fiebre, Rubén lo podrá ayudar. Pero su blog queda en otro lado.
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