domingo, 10 de enero de 2010

Me olvidé de los Reyes...es su culpa...por no tener un buen plan comercial




Me perdí el día de los Reyes.

Así mismo. Me olvidé por completo que el seis de enero era el día de los Reyes Magos.

Bueno, no por completo. Desde la mañana, cuando a través de ojos lagañosos confirmé que esa amanecer frío y oscuro era el seis de enero, sentí que faltaba algo. Pensé que tal vez era el cumpleaños de alguien, una de esas fechas que en el pasado figuraba prominente en el calendario y que, con el pasar del tiempo, se diluye en los recovecos de la memoria. Sentí que era un día un tanto especial, pero su significado permanecía parcialmente revelado, como una astilla mal plantada en la palma de la mano.

En el trabajo, escribí la fecha 1/6/10 (por estar acá, claro) un centenar de veces, tratando de no escribir “09” en el lugar del año. A ratos miraba esa extraña conjunción de números, como si la cifra escondiera una predicción maya o un fragmento místico de Nostradamus. Sumaba y restaba los dígitos, los dividía, los multiplicaba. Pensé consultar un libro de numerología. Pensé llamar a Walter Mercado.

Pero el día laboral acaparó mi atención, y seguí escribiendo los números, tratando de acostumbrar mi cerebro a la nueva década.

No fue hasta más tarde que descubrí el significado del día. Una llamada telefónica de mi tía amada, la encargada de mantener nuestras tradiciones, confirmó el feriado. Luego lo vi en los “status updates” de Facebook, aunque no tanto como vi los centenares de colores de los sostenes de ese día.

¿Cómo me lo perdí?

Una extraña conjunción de circunstancias. La falta de bombardeo comercial en este imperio laboral, donde los días feriados son renuentemente aprobados, pues disminuyen la productividad profesional. La falta de grama brillante para los camellos, porque imagino que lo que quieren es yerba fresca y recién cortada, no las hojas mustias y congeladas que tenemos en estas fechas. La economía, que no da abasto para otro feriado dedicado a las compras, en vez del recogimiento y la meditación.

Me parece que los reyes también tienen un poco de culpa. Con el colapso de la industria publicitaria, hubieran encontrado buenas gangas para comprar anuncios en la televisión y en Google. Pudieron aprovechar la elección del primer presidente negro de los Estados Unidos para realzar la imagen de Melchor (¿o es Baltazar el negrito?). Pudieron contactar al gobierno para un bailout del festivo.

Esa tarde llegué a la casa cansado de trabajar y deprimido por la nieve y el frío. Mis hijos me recibieron con el mejor bálsamo para mis heridas emotivas: un “Daddy!!!” bien gritado y un abrazo. Jugaban con los regalos que trajo Santa Claus. Estaban felices.

Sorry, Three Kings. El año que viene, a ver si aunque sea nos mandan un suplemento comercial en el periódico del domingo y unos cuponcitos de descuento para comprar en Amazon.

La yerba se las compro en el mercado orgánico.