lunes, 12 de mayo de 2008

La fábula del final


Luego del día de las madres (ayer), me preguntaba la razón de ser del universo. Tamaña empresa, lo sé, porque la respuesta, o no existe, o es inalcanzable. Respiraba profundo los nubarrones alcoholizados de mi aliento, cuando encontré una respuesta.
-Una de muchas-, dijo mi Otro. -Es la aguja en el pajar, las teorías son tan universales e incontables como las estrellas.
Volví la mirada hacia el Otro, el que a veces rasguña mi cara para asegurarme que todavía estoy vivo, y que viva, y le dije,
-Pero ¿por qué tanta inseguridad y miedo, por qué tanta conmoción ante la posibilidad de una respuesta?
Dijo el Otro,
-La respuesta que buscas no es respuesta, es otro hilo en el ovillo de tu camino.
-Y ¿a dónde lleva ese hilo?-, pregunté somnoliento.
Las estrellas pasaban fichando su sombra en el parabrisa. A mi alrededor, los camiones sedientos de diesel apostaban a quién llegaría más lejos con el único tanque de gasolina. Mis propios ronquidos me despertaban.
-Sinceramente, no importa. ¿Para qué quieres ver el final, si eventualmente lo conocerás? Cuando ves una película, ¿adelantas el DVD para llegar al final?
-A veces- me inquietaba su insistencia. -No me gustan las sorpresas.
-Qué pena- su voz se desvanecía con el rugido de los camiones. –Ahora te adelanto el vídeo. No te asustes. Pero no te quejes luego.
Abría los ojos, me pesaban los párpados, los quería cerrar ante la intensidad de la luz sobre mi cara.
-¿Qué es esto?- pregunté intrigado y nervioso. Quería regresar al carro, al asiento, a mis ronquidos.
-El final- sentí un susurro en mi oído.
Pensé que era una cursilería, esto de llegar al final antes de tiempo. Antes de pensarlo mejor, antes que comenzara el pensamiento de protesta, regresé al carro. Sentí el cinturón de seguridad sobre mi hombro y mi cintura. Sentí el vaivén del viento sobre el cristal. Sentí mis manos cambiando la estación de radio.
-¿No te gusta Chopin?- oí otra voz, diferente, dulce, cansada.
-No- respiré sin angustia. –Quiero escuchar a Brubeck.
Volteé la mirada. El camino estaba desierto. Los camiones permanecían quietos al margen de la autopista. Se les acabó la gasolina, pensé. No llegaron al final.
-Pero tú sí llegarás- escuché de nuevo al Otro.
-Sí- suspiré con mis labios. –Pero ya no importa.


Georges DiStefano Folly
Libro de los miedos ausentes

lunes, 5 de mayo de 2008

Cinco de (des) mayo

Hoy conmemoramos la batalla de Puebla, en la que los mexicanos derrotan al ejército francés en 1862. Quiero comentar dos cosas, la primera de orden histórico, la segunda de relevancia sociocultural.
Primero, la batalla de Puebla sólo retrasó el inevitable avance de las tropas francesas. Estas finalmente ocuparon México y elevaron a Maximiliano I al trono del Imperio Mexicano. No fue hasta 1867 cuando los franceses fueron derrotados y Maximiliano ejecutado por orden de Benito Juárez.
Lo segundo me interesa más. Me recomienda mi compadre que contemple el asunto político. Compadre, aquí voy.
Cinco de Mayo, día de fiesta adoptado por los estadounidenses. Celebrado más acá que allá (los mexicanos prefieren celebrar su día de independencia, el 16 de septiembre). En otras palabras, esta es una celebración híbrida, de connotación latinoamericana pero de intención estadounidense.
Entonces, queda la pregunta, ¿cómo los estadounidenses celebran con holgura un día de fiesta inventado, mientras arrecian en sus esfuerzos contra los mismos inmigrantes mexicanos cuya historia celebran?
¿Cómo es posible rechazar a la gente mientras se sustrae la cultura?
¿Cómo es posible celebrar una victoria pírrica?
Porque pírrica es la victoria, no la de los mexicanos en la batalla de Puebla (aunque sí lo fue), sino la de todos los extremistas xenófobos de este país que insisten en que la inmigración latinoamericana daña la economía y la cultura estadounidense.
¿Existen los purismos nacionales en la economía global?
Benedict Anderson, en Imagined Communities, su importantísimo estudio sobre la cultura y el nacionalismo, nos recuerda que “The fact of the matter is that nationalism thinks in terms of historical destinies, while racism dreams of eternal contaminations.” En otras palabras, la política exclusivista anti-migratoria no tiene que ver nada con nacionalismo o con integridad nacional. Es puro racismo.
Aunque parece que la contaminación no importa si viene acompañada de tequila.
Así que celebremos. ¿Celebremos? No sólo hoy.
Yo celebro a mis hermanos y hermanas inmigrantes de todo el mundo, todos los días, con una sonrisa de agradecimiento por su ardua labor y su sacrificio.